lunes, 15 de agosto de 2011

Yo no creo en el amor: Esa cosa de adictos


 Os veo entre las sombras, os observo mientras lloráis, queréis, amáis, sinceráis, tocáis; hacéis, en definitiva, el estúpido. Desde las sombras cómo se cierne sobre vosotros un infierno candente lleno de nada, vacío de todo: un mundo lleno de amor vacío. Al menos en el infierno verdadero, en el real infierno, donde las súcubas te destrozan, allí, hay mujeres dispuestas a echar un polvo y contarte una historia. Vosotros, medio hombres, pequeños recipientes de esperma, habéis olvidado vuestro cometido: os habéis convertido en unos románticos de mierda. Y vosotras, estúpidas amas de casa, sumisas feministas que anheláis el calor de la carne candente, ¡oh! vosotras estáis en peligro de extinción, pues vuestras hermanas monjas con faldas cortas y ligueros  están siendo violadas por viejos jóvenes con sotanas de lentejuelas en discotecas olvidadas de la mano de dios; dominadas por el temor que os lleva al amor: la soledad profunda que albergáis en vuestras almas: la necesidad de tener alguien al lado que os lleva a la adicción fatal.

Yo he visto el amor nacer de la necesidad de las personas, verlo crecer ante las adversidades que éstas mismas parejas sembraron en su semilla e incrementar su altura, peso, y envergadura bajo el sol del deseo, siempre palpitante. Descerebrados, humanos de baja categoría arrastrados por la corriente sentimentalista de lo que uno mismo quiere que el resto de la gente vea de ellos: perros buscando amo. Sólo podéis abonar el amor con vuestras míseras relaciones y es vuestra culpa que no exista más que como idilio. Y Mientras: sexo, deseo carnal, tríos, aquelarres: todo eso en vuestras cabezas. Mientras y hacia afuera: “te quiero, mi amor”. Estáis enfermos y reprimidos.  Sí, yo he visto crecer el amor entre mariposas rosas, arcoíris multicolor y demás vicisitudes expresionistas. Parejas que se aman y se tocan con el pudor de un par de niños. Amor-amistad, poco a poco convertida en algo que no vale nada y al que le ponéis nombre por nombrarlo: relación: tiempo perdido.

El amor que ella procesa hacia él es sutil, ambiguo, nada sexual y más cariño y amistad que otra cosa. Él sólo quiere follársela, vivir en paz el resto de su vida, tener donde meterla y casarse: hijos: opcionales;  el resto da lo mismo; sí, incluso la felicidad de ella. Ella, por su parte, lucha por vivir al mismo tiempo que se ve arrastrada por la corriente que la sumerge en una relación que empieza a tomar forma de tiempo estancado, de agujero negro, de singularidad, de punto de no retorno: bienvenida, acabas de malgastar tu vida. Él es feliz, o casi, tiene a alguien a su lado, y ama ese cuerpo, esa carne, ese culo, esas tetas, esa boca que pide ser puesta abajo y en definitiva ese coño más de lo que ha amado antes nada, sobre todo, porque es la primera y única cosa que ha tenido así y probablemente tendrá. Sí, porque es un conformista y un cobarde.  Si queréis os cuento el final: él se aburre, llora y se enfada, se cabrea porque ella quiere vivir al margen de él: una vida plena, y no le interesa más que por el cariño que le procesa, y procesa, a lo largo y ancho de los años que llevan juntos. Y así, mil parejas.

Y así, otras mil: la profunda vacuidad en estado puro. Él no es nadie, sólo cuando está ella, porque es mejor que alguien sólo cuando la tiene cerca. Ella nunca llegará a ser nadie, ni tampoco le importa, será la que quiera que él sea, sólo, claro, cuando ella esté al lado de él, aunque ella eso no lo sepa. Tendrán un hijo, y será infeliz, aunque tendrá una madre dedicada a él en cuerpo y alma, y un padre que se cansará de él antes puede que de la madre. Entre ellos existirá una terrible dependencia, como en episodios anteriores, sin embargo una y otra vez se engañarán a ellos mismos antes que a su pareja en fantasías evanescentes, en películas de madrugada, en revistas pornográficas, puticlubs, bingos, y amantes furtivos; se engañarán, y seguirá siendo “amor”.

Yo no creo en el amor, en ese sentimiento sucio y pendenciero, rastrero y que lleva al hombre y a la mujer a hacer cosas deleznables llenas de la más vil intención, de la más egoísta intención con la que se puede llenar un sentimiento. Yo no creo en eso como vosotros, pequeños románticos enfermizos y de pacotilla empecinados en creer que las personas pueden estar conectadas por un vínculo mayor que el de una polla o unas tetas. Creer algo más allá de eso es tan absurdo como que tu gata te quiera por algo más que porque le das comida y tenga confianza contigo. De eso se trata, tú puedes desarrollar cariño por un animal, pero nunca podrás follártelo (a excepción de ser un enfermo e invertido) ergo nunca lo amarás. Sin embargo le das de comer; el animal: perro, gato, sí te quiere. Dale carne a una persona, conviértelo en animal, dale sexo a un mono, a un animal-persona, hombre o mujer, dale esperanzas y carne y te amará como esa persona cree que es o debiera ser el amor. Así lo denigrarás a Humanos- mono, Humanos- carne, Amantes-animal eso son, esos sois por extensión: terriblemente normales, imitadores de películas.

El sentimiento (con mayúsculas) lo ha creado gente que domina las palabras para tener vuestro tiempo ocupado, para que creáis que hay algo más que vuestras insulsas vidas vacías cargadas con el trabajo del día a día. Para que penséis que enamorarse es divertido pese a ser una locura, una enfermedad: algo que solo los adictos saben qué es.

Sólo unos pocos elegidos han sentido eso que se describe en las enciclopedias inútiles y descriptivas como amor. El resto pasará por la vida como pasan los días: sin ninguna pena ni gloria más que la pena de sus homogéneas vidas y la gloria de aquellos a quienes idolatren por alguna u otra razón; creyendo que aman. Pero los elegidos solo idolatrarán a aquellas personas por las que han sentido ese resquicio tan poco humano y  tan divino que sirve a la multitud para hacer aborrecible y normal ese sentimiento, rebajándolo a la no existencia. Pero ellos sí amarán, y será entonces cuando sean adictos. Pero ya no serán enamorados, sólo adictos. Sólo adictos.

1 comentario:

  1. Ni soy una elegida ni una imbécil redomada (aunque imbécil a secas, sí), pero creo en el amor. Ese que te deja mudo, ciego, sordo y quieto. Ese que es físico pero no solo sexo. Aunque salga mal, aunque tenga fecha de caducidad, aunque ni lo hayamos catado de verdad en nuestra puta vida.
    Quizás solo los adictos redomados, los locos de atar están capacitados para amar. Pero yo creo que no.

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