jueves, 25 de agosto de 2011

Ajedrez: deporte o afición

Quién no se ha partido la cara con alguien que discute si quiera que el ajedrez sea un deporte. Un deporte olímpico, o sea. 
Todo empezó un día de calor en que un psicópata que conozco me invitó a jugar al ajedrez pero, como no nos podemos ni ver, la idea era hacerlo a través de una web: el puto chess.com. "Sí, jugamos al chess, o sea, en Internet". "Es lo más", me dice, "lo vas a flipar". Tres antiácidos después, tras colgarle y digerir esa jerga dañina, lo repensé. Me pareció que sería un buen modo de darle lo suyo sin volverle a pegar que no me apetece pasar otra noche en el cuartelillo. 
La primera vez, me dio jaque (checkmate, para los guays) en un par de minutos y, como se me volvió a abrir la úlcera, tuve que dejar de jugar unas semanas. La siguiente vez hice trampas. Que cómo se hace trampas al ajedrez on line. Aquí lo voy a decir para que el Yoni o cualquiera de mis adversarios lo lean, ¡ja! Bueno empatamos, lo que en el argot ajedrecístico de toda la vida es quedar en tablas y ahora se dice draw, que mola más. En fin, que me piqué, me envicié y me enganché. Para variar. Otra maldita necesidad en mi vida de yonqui total. Me paso el día jugando al chess, esperando que algunos se conecten para que muevan de una jodida vez y echando partidas rápidas (¿a qué me recuerda esto?) de 3 o 5 minutos no aptas para cardiacos. Me gana hasta un niñato con pinta de Justin Bieber con el que he trabado amistad. Aún así, pocas veces me rendí: es de mariquitas, moñas, cobardes y mierdas tirar el rey (o resign, como dice este friqui de medio pelo por el que me enganché). 
Ahora que no puedo dejar de retar a conocidos y desconocidos y me doy contra la pared cada vez que pierdo, peor que un forofo del Real Madrid tras un partido con el Barça, me doy cuenta de que esto no es una afición. Es un vicio, como otro cualquiera, como el tabaco o peor. Y digo yo si el ajedrez es una afición y fumar lo es igual, ya no se podría prohibir o tampoco se podría jugar chess en un bar. En fin, que lo decidan las ministras. La cuestión importante aquí es que tampoco es un deporte, y lo sé cierto, en este momento lo comprendo, y lo reconozco, a pesar de todas las patadas que repartí en nombre de aquella verdad. 
Lo sé, porque he engordado 15 kilos, se han agravado mis problemas de corazón y tengo las piernas azules por las varices. Sí, lo sé. Algún listo puede decir que nada de eso lo ha causado directamente el ajedrez o su práctica pero como me lo diga en la cara le voy a dar una cantidad de hostias que me voy a quedar en la gloria. Voy a desfogar. La lucha libre mexicana, el Muay Thai de La Palmilla, el sitra achra o pelea gitana, ¡esos son deportes! El ajedrez es una putada.

7 comentarios:

  1. El ajedrez es un juego competitivo de cobardes. En lugar de darse de hostias como están deseando, simulan la pelea en un tablero y encima quedan como inteligentes. No hay más que ver la clase de tarados que han alcanzado la fama en ese juego: paranoicos, locos, histéricos, gente que no ha recibido un abrazo en su vida salvo para intentar robarles la cartera.

    ResponderEliminar
  2. Oye, José Raúl, que yo estaba de cachondeo!
    Y, sí, los locos suelen ser inteligentes. En general, claro, porque yo estando como una cabra soy medio subnormal.

    ResponderEliminar
  3. Cuando no darse de hostias es de cobardes, algo falla en el mundo xD

    ResponderEliminar
  4. Jose Raúl Capablanca26 de agosto de 2011, 9:24

    Me gustaría aclarar mi nombre completo, por si alguno de esos aficionados a tan infame juego quiere salir de su anonadamiento y currarse (darse de hostias) conmigo.

    ResponderEliminar
  5. Déjate, que perdiste el título por vago!

    ResponderEliminar
  6. Disculpe, ¿usted a que se dedica?

    ResponderEliminar
  7. Robo bancos, por justicia poética.

    ResponderEliminar

Ponnos verdes y te responderemos