lunes, 7 de noviembre de 2011

El debate

Todos perdían el tiempo, sentados frente al televisor, con los ojos como platos, discutiendo, defendiendo  que su candidato lo estaba haciendo mejor. Algunos más listos se fueron a verlo al bar de abajo en la pantalla gigante mientras se ponían cieguitos de cerveza con frutos secos. Pero estos acabaron a porrazos.  Nada que no ocurra cualquier domingo en que juegue un Madrid-Barça o un Sevilla-Málaga.
Bueno, algún ojo morado, alguna resaca.
Recuerdo perfectamente que era 7 de noviembre y helaba. Yo, aburrida, salí a la calle a ver si había algún meteorito que se aproximara. La suerte hizo que me echara, de puro vaga, en una farola. Y entonces paraste tú. Qué magnífico coche, qué hombre más educado, qué fajo de billetes y qué rato más interesante. La cosa es que aún hoy, veinte años después, pienso que mi hijo Alfredo Mariano es lo único bueno que salió de aquella obtusa noche.