domingo, 14 de agosto de 2011

Nadie te querrá como un adicto

Nadie te querrá como un adicto. Un adicto te dará las llaves de su casa al segundo día de conocerte. Te confiará las claves de su correo electrónico. Nunca en tu vida te reirás más. Todos los amores te sabrán a té sin teína, a cola sin ron, ultralight, sin cafeína, caliente y sin gas. Nadie se entrega en la cama como un adicto; ningún amante se dejará hacer las cosas que un adicto te dejaría. Tampoco nadie hará las cosas que un adicto de buen grado y por propia iniciativa te hará. 
Sí, es verdad, todos lo saben, los adictos somos un desastre, pero nadie es como nosotros cuando de lo que se trata es de amar. Le dolerás como nunca pensaste que dolerías: su amor es violento e intenso y sufrirá.
Yo misma quiero tanto a alguien que no muestra ningún afecto hacia mí que deseo morir. No sé por qué no me quiere, no me lo dice. Y yo necesito que ese alguien concreto me quiera. Es infantil, pero es así. Los adictos de verdad lo somos por un defecto de nuestra personalidad. No culpamos a los camellos, a los traficantes o al tipo de la puerta del cole que nos dio aquel caramelo. Nos sentimos desamparados e incompletos, excepto cuando encontramos la espalda, el hombro, las manos, los labios. Cuando llegamos a un lugar donde hay un alguien con quien hablar sin que te den ganas de llorar. 
No entendéis lo fácil que es matarnos con desprecio, silencio y desatención. Después acudís a nuestro entierro y fingís no saber qué pasó. Pero, entre nosotros, lo sabéis.

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