miércoles, 14 de septiembre de 2011

Cerillas: Al lector-hembra


Yo no sé si recuerdas aquel convento en el que mancillamos las sábanas de nuestro retiro, en el que disfrutamos el momento y sucumbimos al impertérrito paso del tiempo, que se estancaba allí, perezoso. Era un Hotel viejo y apartado que se rodeaba de una naturaleza ubérrima y que bullía de vida; era verdor y campo y agua y cama. Era todo aquello que buscábamos. Yo lo recuerdo bien y con cariño, como a ti.
Ahora de todo aquello solo me quedan algunas fotos tristes en las que ver mi reflejo mientras te veo y me veo en otro tiempo feliz, y por ventura, también una caja de cerillas de la Magdalena, que era así como se llamaba el lugar; con su nevera pequeñita, su puente para llegar, el paseo rodeado de vida y su yacuzzi y piscina, y el turco, que no funcionaba, pero la sauna sí.

Me aferro a esa cajetilla de cerillas todos los días de mi vida desde entonces, y solo cuando pienso en ti de veras, en silencio y conmigo mismo, me atrevo a rasgar un fósforo contra la lija marrón. Cada vez que lo hago: el mismo sentimiento. Espero casi con ansia el fuego furioso, que se enciente con rabia en un instante que puedo descomponer y ver lentamente, apreciando cada llamarada que consume el aire que también yo respiro, y noto como esa llama es la nuestra: rápida y lenta, que necesita consumir la madera y la vida para estar vivo. Y con cada una es lo mismo: espero, con la muerte de la llama y sus cenizas, aquella otra muerte que no llega. Después todo es oler a madera quemada, negra, y a las cenizas que quedan siempre, y yo me aferro y me agarro a ese palo ardiendo como a tu recuerdo que titila y brilla en mi cabeza a ratos, dándome cuenta de que por más que busque solo quedará el humo evanescente rodeándome, acariciándome y nada más.

<<¿Y nada más?>> me pregunto. <<Poco más, solo cerillas consumidas por un fuego que enciende el daño del que me hago único respondable, a mi y a mis pulmones, que te respiraron a pecho lleno, y ahora solo beben aire y humo espeso. Cada cerilla es un recuerdo y un olvido, un viaje a recordar el camino completo a traves de nuestros ojos y la memoria>>.

Amor, que ya solo me quedan cuatro fósforos, muchas noches a solas y un sin fin de cigarrillos que encender. ¿Qué hacer?, si hasta los mecheros después también son tuyos. Mar caótico de encrestadas olas, Sur infinito del que relego, al que me aferro y en el que me hundo cada noche. Mar enfermo, azul, brillante, plácido y guerrero. Ya después de ésto ¿qué océano quieres que surque? Si ante cada oleaje nuevo de un mar desconocido yo me pierdo por buscarte.

Al final: un naufragio en toda regla, cerrillas mojadas y mil recuerdos; de cinco estrellas, en algún convento. 

4 comentarios:

  1. Precioso, hermoso, acongojante, me emocioné con los cerillos que tienen que ser encendidos aunque se terminen. No puedo evitarlo, tendré que compartirlo en mi FB, jeje. Solo una cosita con mucho respeto, yo creo que concluye en "un sinfin de cigarrillos que encender". El resto es bueno, pero ya es otra historia.

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  2. Como ha dicho aquí el personal, muy poético y con mucho "sentimiento",vamos, que sí, que MOLA MAZO.
    Pero cuando he visto ese "buyía" he pensado: ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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  3. Venga que sí Phantom, que ya lo he cambiado, uno ya no puede equivocarse, maldito.

    TY Yun, me alegro que te guste, tomo nota del final, que no rompe con el tono y se mete en otras historias. Cierto.

    Salud! adictos y enfermos xD

    A

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