sábado, 24 de septiembre de 2011

Qué hacer con el amor

En la penumbra se sentía más cómoda. Dejaba caer sus ojos sobre los objetos que poblaban el cuarto y que tomaban vida al alargarse en su sombra. La vista de la vida la conmovía. Y de nuevo las lágrimas impidieron el oficio de ver y abrieron la puerta al recuerdo tergiversado. 
En su memoria se había fijado el olor de él, su verbo desgastado, su voz como cantando en el momento del placer. El tacto en una nueva versión dolorosa, deliciosa y cruel. La impaciente y egoísta huella de una muerte. Única y desesperada.
En el ocaso, la música de la avenida se suavizaba, la luz de la sala se tornaba rosada. Por última vez, las lágrimas cayeron lentas por su cara. Eran las condiciones precisas para que el recuerdo dejase de ser siervo de los sentidos y ocupara el lugar correspondiente en el libro de su vida.

2 comentarios:

  1. Me encanta, pero eso ya lo sabes. :)

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  2. Este blog parece una orgía. Todo el mundo dándose placer unos a otros. Pero ahora esto se va a acabar

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