martes, 20 de septiembre de 2011

ni morfina ni olvido ni estupidez

Suspendidos en cualquier modo que nos es ajeno, que no depende de nosotros pero del que nosotros dependemos. Suspendidos en medio del Océano. Por un tiempo indefinido. Bailamos suave sobre las olas sin tocarlas, sin mojarnos. Todo este paisaje como dibujado para nosotros. Agua que no moja, viento que no despeina, tiempo que no envejece. Pero (siempre pero) el reloj debe volver a su sitio y la Gymnopèdie deja de sonar. Habremos de soltarnos las manos y decir las últimas palabras. Habremos de convenir al rito de cada lugar. De sucumbir a cada necesidad. Cambiar tu boca por otras bocas, tu espalda por otras espaldas.
Ya no sabremos más que lo de nuestro propio mar. Yo no sabré más que lo que toca a mi hemisferio, a mi país, mi distrito, mi barrio. Un remolino de ropa sucia y figurillas que desempolvar. Una botella de vodka que nunca es bastante.
Se me hará intolerable y trataré de olvidar. Mas no es fácil olvidar. Conformarse. Claudicar.
Planearé el enésimo absurdo. Conseguiré un buen fajo y vendré al dentista-barbero-cirujano local. "Borra mi memoria. Que no sepa. Que no sepa quién fui". "Déjame vacía, liviana, vacua. Si puedes, déjame inútil, tonta, loca. Dame la solución que les diste a todos: conviérteme en un robot, un robot con fecha de caducidad". "Y si se te va la mano y me matas, en mi bota encontrarás el dinero que siempre guardo para morfina".

2 comentarios:

  1. Conté las cajas de píldoras venenosas y dan para un paro cardíaco. Creo que no es buena señal.

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  2. Acabo de leer ¿Acaso no matan a los caballos? Parece que lo hubiera escrito Gloria en un momento de optimismo.

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